Imaginémonos por un momento que alguien escribiera un artículo sobre los distintos tipos de dolor que existen o que es posible que una mujer experimente. Posiblemente, establecería una primera distinción de partida (por algún sitio hay que empezar en eso de las taxonomías); el dolor físico y el dolor psíquico. Y ahí podría quedarse la cosa.
Pero no, otros, en enconada disputa epistemológica, sostendrían con todo su saber, que no es lo mismo el que se te muera una madre con el que cuando vayas a lamer un helado, se te caiga la bola al suelo, ni tampoco que te peguen un martillazo en el dedo gordo del pie (también aquí habría que distinguir que si es en verano o en invierno) con el dolor de que te apriete un poco el zapato (en función, claro, de si llevas media talla menos o de si te has calzado un 36 en lugar de un 39).
Mientras todos esos aportes y clasificaciones se producen, nosotros, el gran público, seguiríamos extasiados y ávidos de saber la evolución de las sesudas investigaciones sobre el asunto del dolor. Pero hete aquí que el ansia de saber e investigar nos lleva a sostener que también podemos pegar un alarido de dolor si un perro nos muerde el culo o si nos damos un trompazo en la testa con la puerta entreabierta. Y no sólo descubrimos eso sino también cómo las formas en que esos específicos dolores se pueden producir; “siga Vd. mis instrucciones: ponga Vd. el culo en pompa en dirección al perrito y previamente encabrone hasta la médula a un rottweiler con muy mala leche”.
Bien, a estas alturas, ya hasta el menos listo vería que todos esos “avances” epistemológicos sobre el dolor, lo que son es una chorrada o pamema para atraer nuestra atención, y no porque no se tenga que estudiar sobre el dolor, sino porque sobre el dolor se tienen que investigar otras cosas. Sin embargo, con relación al orgasmo femenino, seguimos leyendo con avidez de colegiala todo lo que se vuelca, pese a que estamos ya bordeando lo ridículo en la información que proporcionamos como novedosa.
Es cierto que comparar el orgasmo con el dolor tiene un poco detrampa; el dolor lo siente todo el mundo y el orgasmo no(desgraciadamente), el dolor es universal, frecuente e “inevitable” mientras que el orgasmo, especialmente en las mujeres, es puntual, selectivo y hay que aprender a no evitarlo o que lo de lo uno se huye y lo otro se pretende, pero sin embargo, ambas cuestiones, dolor y orgasmo, son reacciones psicofisiológicasderivadas de un reflejo que se activa y que cuando se producen, son “interpretadas” en su intensidad y sentido por un sujeto de una enorme complejidad y singularidad.
Además, ni el gozo ni el dolor son compartibles (lo que yo siento con lo uno y con lo otro no lo puede sentir nadie), con lo cual si nos ponemos a señalar particularidades de uno y de otro, tendremos inevitablemente que llegar a una conclusión de cierre; existen tantas formas de sentir dolor (y tantas formas de experimentar un orgasmo) como personas haya en el mundo sin un más allá genérico de que el dolor es siempre desagradable (para casi todos) y el gozo es siempre agradable (para casi todos).
En la génesis más reciente del conocimiento sobre la respuesta sexual femenina, y en referencia a la fase de orgasmo, la historia es más o menos la que sigue; se nos dijo que existían dos tiposde orgasmos, uno clitoridiano y otro vaginal. El primero provenía de estimular el clítoris y el segundo lo que se conoce como el “punto G”. A día de hoy, lo aceptado por los profesionales es que ambos proceden del mismo centro neurálgico, el clítoris, si bien son inducidos por vías distintas.
Después, se nos dijo que se producía (y se puede producir) una poco menos que sorprendente eyaculación (no sabemos con seguridad por qué se emite ni qué se eyecta) cuando se estimulaba internamente el clítoris (en el “punto G”), pero también sabemos que hay mujeres que eyectan esa emisión de líquido tanto si se estimula externamente el clítoris como internamente (si bien es más frecuente en el segundo caso), como que hay mujeres que no eyectan nada se estimule lo que se estimule.
El por qué lo uno o lo otro, no lo sabemos. Pero nuestra actual sociedad, basada en el imperativo de gozo y el consumo de información seriada, infantil y masticada mucho más que preocupada por el conocimiento, no tiene bastante con eso y, lejos de inquietarse por esos porqués que no hemos resuelto, lo que demanda, exige y consume son “informaciones” como las“nuevas” formas de obtener orgasmos (como si a las mujeres nos hubieran crecido teclas) detectadas por algún lumbreras que ha debido catar poca hembra y que el mismo lumbreras además cataloga de “tipos de orgasmos”…
Naturalmente con sus correspondientes recetas y trucos para no fallar en la gestión de la pianola. Menudo aporte. Y ahí llegamos al culo y el perro o al martillazo en el dedo gordo del pie o al trompazo con la puerta o a que se te escurra la bola de helado (todos ellos presentados como “tipos de dolores”). Que si te estimulan los pezones, vas y te puedes correr, que si te sodomizan, quizá también, que si te la meten a lo hondo, pues a lo mejor, que si estás durmiendo y sueñas con “gladiator”, pues la posibilidad está, que montando en bici, no diré yo que sea imposible… Y así, empezaron con tres, luego cinco, luego once y lo último pues hasta trece “tipos de orgasmos”.
Y claro, no sé por qué no incluyen el masaje capilar en la peluquería, el azote en el culo o que te toque el Bonoloto, ni siquiera el por qué las combinaciones de las trece; te puedes correr mientras te la meten a fondo y te estimulan los pezones y ya tenemos otro “tipo de orgasmo”, combinación de dos, con lo que ya solo con esos trece las “tipologías” podrían ser de millones y millones.