En las sesiones de terapia de pareja hablamos mucho sobre qué es el sexo para la mujer y qué para el hombre. Las mujeres y los hombres somos diferentes en muchas cosas, y el sexo no es una excepción. Buscamos cosas diferentes y el placer lo entendemos de distinta forma. En este post ahondaremos en estas diferencias, pero OJO: Este tema es muy viejo y las cosas han cambiado mucho, hoy vamos a abordar el tema desde un punto de vista antropológico, y centrándonos en relaciones de larga duración. Tengamos siempre en cuenta que estamos generalizando y por tanto siempre habrá miles de excepciones.
Hablamos de una cuestión física, de un desahogo, de necesitar descargar el esperma generado. El deseo sexual masculino nace de una necesidad de liberación física, y de querer sentir el placer de un orgasmo. También busca la cercanía con su pareja y la intimidad emocional que se genera, pero – y generalizando- les mueve más la necesidad física.
Para las mujeres es obvio que la parte física y de disfrute está ahí, pero el motivo principal de necesitar/buscar sexo en sus relaciones de pareja, suele ser la carga emocional. Buscan disfrutar de una experiencia completa, que incluye un gran disfrute emocional (la conexión con su pareja, el sentirse deseada, la dedicación…), y también el disfrute físico (el orgasmo)
Como hemos visto, los hombres durante el sexo se centran mucho en la estimulación genital para tener un orgasmo, mientas que las mujeres se sienten más atraídas por la conexión emocional con su pareja. En muchas ocasiones no la encuentran (porque su pareja se ha centrado más en conseguir el orgasmo), y esto hace que no se sientan satisfechas completamente, a pesar de haber conseguido un orgasmo.
De hecho cuando la mujer sí siente esa dedicación por parte de su pareja, se siente única y deseada, se excita más y le resulta más fácil llegar al orgasmo. Mientras que los hombres, aunque esto también les hace sentirse mejor y buscan tenerlo, realmente no lo necesitan para tener un orgasmo y sentirse satisfechos.
Muchos estudios han dicho que la excitación del hombre es provocada por lo que ve (una mujer con minifalda, por ejemplo). Mientras que la mujer se excitaba por la estimulación emocional (por lo que sentía), y en menor medida también por el tacto y el olfato.
Otra teoría bastante extendida era que «el deseo de posesión» motivaba mucho más al hombre que a la mujer. La excitación por conquistar y «poseer a su objeto de deseo», despertaba el apetito sexual del hombre, mientras que la mujer necesitaba sentirse atraída emocionalmente y físicamente por el hombre.
Sinceramente creo que todo esto ha cambiado. Un reciente estudio demuestra que tanto el hombre como la mujer se excitan casi con la misma velocidad (diferencias de segundos), con estímulos visuales. Lo cual echa por tierra todo lo anterior.
Creo que efectivamente la mujer ha necesitado más inputs para excitarse sexualmente que el hombre, pero esto responde a todas las exigencias y limitaciones con las que vivía su sexualidad. Buscaba motivos más allá de la mera atracción sexual, como «admirar y respetar al hombre para desearlo» (como decían muchos estudios), para justificar un encuentro sexual. Ahora no, porque no se siente mal o culpable por desear sexualmente a un hombre que acababa de conocer, o ver. No coarta ese deseo inicial, ni busca más motivos. La mujer ya no necesita una justificación afectiva para desear puntualmente a un hombre (o a una mujer).
Hemos dicho antes que para el hombre el placer se sustenta en el desahogo de la tensión sexual, en cambio para la mujer, su placer radica en la acumulación de tensión sexual, que va de menos a más, creciendo gradualmente.
Esto es lo que hace los hombres -por regla general- busquen un sexo más rápido, que va más directo al grano (como dirían Amistades Peligrosas), y las mujeres prefieran ir paso a paso, aumentando la intensidad gradualmente.
La psicóloga Marita McCabe de la Deakin University (EE.UU.), afirma que el motivo por el que el género femenino se siente más atraído por los preludios amorosos y por la conexión emocional con la pareja durante el coito, viene de lasleyes de conservación de la especie: las hembras necesitaban un fuerte vínculo con el macho para asegurar que él cuidará de ella y de sus hijos. El hombre puede engendrar un hijo cada vez que tiene relaciones sexuales, mientras que la mujer solo puede generar una nueva vida mínimo cada dos años, de modo que la hembra tenía que elegir bien con quién tenía relaciones.
Recapitulamos: ellas buscan afecto y conexión emocional, ellos también, pero no es el motivo principal. Puede pasar que como para ellos no es tan importante, a veces no le presten la atención necesaria. Y por lo tanto ellas sienten que algo les falta y a veces esto les provoca no llegar al orgasmo. El resultado son relaciones sexuales no satisfactorias, que nos provocan dejar de buscarlas: no nos terminan de gustar y por lo tanto, no nos apetece. Es aquí donde el deseo sexual baja, y la pereza sexual aparece.
Si esta situación se prolonga en el tiempo, puede llegar a ser un problema de pareja. Esto es muy común en las relaciones de mucho tiempo y en las relaciones donde la comunicación sexual es escasa o errónea.
Una vez más la comunicación es la clave para asegurarnos sentirnos satisfechos sexualmente hablando. Y hemos visto que existen prioridades y necesidades diferentes, pero éstas pueden ser perfectamente compatibles entre si. Si nos comunicamos, si dejamos claro a nuestro pareja qué y cómo sentimos placer, y a la vez escuchamos cuáles son sus necesidades, podemos encontrar ese término medio. No puedes echarle la culpa de “no darte lo que necesitas”, si nunca se lo has hecho saber.
Superemos las vergüenzas y los miedos a la hora de hablar del tema. Solo así conseguiremos que las dos partes disfruten del sexo plenamente, y esto reforzará vuestra relación y hará que aumenten vuestras ganas de mantener relaciones. ¡Todos ganan!
Por Ana García